Coordenadas que invitan a pasar
En el denominado «Bosque de Piedra» de Juli, capital de la provincia de Chucuito, a 85 k.m. al sur de Puno, Perú, se halla una extraordinaria puerta tallada en la roca, depositaria de numerosas leyendas y madre de los más enigmáticos fenómenos del altiplano (como ruidos extraños o apariciones de potentes luces) que han alcanzado, sin llegar a exageración, fama internacional.
Posiblemente, a José Luis Delgado Mamani le debemos la difusión de la existencia de este portal, que en el círculo esotérico y metafísico se atribuye a la leyenda de Aramu Muru. Pero fue otro personaje quien publicitó la existencia de este sacerdote de una civilización desaparecida.
En 1961, el esotérico Brother Philip publicó en Inglaterra la hoy célebre obra «El Secreto de los Andes», donde dedicó varias páginas al Lago Titicaca, Aramu Muru, y la Hermandad de los Siete Rayos. Según Philip, el Señor Muru (Aramu Muru) era un antiguo guardián del conocimiento de Lemuria o Mu, y que trajo a Sudamérica, concretamente al lago más alto del planeta, un poderoso disco de oro.
Verdad o mentira, la Asociación Sanat Kumara, dirigida por la contactada norteamericana Dulcie Lilly -más conocida como Sister Thedra-, se incomodó por estas afirmaciones enviando un mensaje de advertencia sobre lo allí escrito.
Supuestamente, Aramu Muru habría «desaparecido» en la puerta de Hayumarca -nombre que significaría «la ciudad de los espíritus»- para esconder de los españoles el disco de oro de Lemuria. Frente a todo esto, pensamos que es conveniente aclarar que Mu y Lemuria son dos cosas distintas.
El primero, evoca un presunto continente desaparecido en el Pacífico, cuyos restos se amparan en la isla de Pascua, Tahití, Samoa, las islas Cook, las Tongas, las Marshall, las Kiribati, las Carolinas, las Marianas, Hawai y las islas Marquesas. Por otro lado, Lemuria eran vastas tierras que, en una época remota de nuestro mundo, se hallaban unidas a África, cuna del ser humano, en el actual océano Índico.
Enclaves de Poder en el Altiplano
En un viaje anterior a Puno, haciendo uso de un mapa y una brújula en la mismísima Puerta de Hayumarca, descubrimos que el umbral de roca apunta en línea recta a la Isla del Sol, cuna de leyendas y mitos sobre el origen del Imperio Inca. Acaso, ¿se trataba de un mensaje o coordenada?
No nos sorprendería, por cuanto este escenario andino ya tiene fama de agrupar diversos enclaves energéticos en líneas de fuerza y hasta en figuras geométricas.
Ya en 1977, la arqueóloga María Scholten de d’Ebneth, sacudió los cimientos de la academia al publicar por primera vez sus investigaciones sobre «La Ruta de Viracocha». En dicho estudio, la señora Scholten demostró que diversos puntos arqueológicos de Bolivia, Perú y Ecuador -lugares que las leyendas marcan como «zonas de paso» del dios instructor Tecsi Viracocha– estaban magistralmente alineados con el uso de la geometría, poniendo así sobre el tapete los verdaderos conocimientos científicos de las antiguas culturas andinas.
Esto resulta particularmente inquietante ya que lo primero que uno se pregunta es: ¿Entonces quién fue realmente Viracocha?